Aunque su uso en maquinaria con motor se conoce desde finales del siglo XIX, el biodiésel no comienza a llegar al gran público en Europa hasta la década de los 90. Es entonces cuando se consiguió una fórmula de calidad muy óptima y cuando se comienzan a abrir plantas para su elaboración en distintos países europeos (entre ellos Alemania, Suecia, Francia y República Checa).
Se obtiene a partir de aceites de diferentes orígenes como el de girasol o el de colza (incluso se pueden usar aceites reciclados de la industria alimentaria).
Desde entonces hasta ahora, este combustible ha ido siendo aceptado por los consumidores, y se ha presentado como una alternativa más ecológica para vehículos y maquinaria. Pero en los últimos años esta visión ha ido cambiando. En la actualidad hay algunas voces críticas que se levantan contra el uso de este combustible basándose en criterios sobre todo medioambientales.
Hoy vamos a conocer la historia de este combustible sintético, sus luces y sus sombras.
Ventajas y desventajas del uso de biodiésel en motores
El uso del biodiésel en vehículos tiene unos resultados a nivel mecánico muy parecido al de otros combustibles. Sus principales ventajas residen en que emite menos emisiones de carbono, es más limpio, más eficiente y produce deshechos menos peligrosos que los combustibles fósiles.
Las desventajas que algunos expertos han vertido en sus opiniones es que es una substancia que no resiste demasiado bien las bajas temperaturas (lo que puede producir que se solidifique).
Además, depende de la calidad del combustible, pueden provocar algunas obstrucciones en el motor.
La mayoría de los motores diésel que existen en la actualidad en el mercado son compatibles con biodiésel. Así que, si es la opción que elijes para tu motor hay una cosa que sí debes tener presente: este tiene que estar preparado para el uso de biodiésel. Generalmente en el manual o en la tapa del depósito del vehículo se suele identificar el tipo de combustible que se puede repostar.
La batalla ecológica
El biodiésel surge como alternativa a los combustibles fósiles ya que, por definición, es una fuente de energía renovable y biodegradable.
En su elaboración se utilizan productos de origen vegetal como el aceite de girasol, el de soja o el de colza entre otros. La principal defensa para su producción y uso es que al elaborarse con materias primas cultivadas no se usan en su elaboración otras fósiles con existencias limitadas y que en principio hay que importar de otros países.
Las ventajas serían: que no se usan combustibles fósiles con existencia limitada y que, en principio, se puede elaborar con materias primas que no dependen del mercado global.
El factor a raíz del que hay voces que disienten de su ventaja ecológica se ha ido haciendo patente con el paso del tiempo y reside en que en la realidad sí hace falta la importación de estas materias y se trae de países en vías de desarrollo en los que ese tipo de cultivo se consigue deforestando grandes zonas de vegetación (con todo lo que eso conlleva a nivel de flora y fauna), reduciendo, además, la cantidad de tierras cultivables para alimentos.
La cuestión que se plantea desde estos foros entonces es si, a pesar de que sea un combustible más ecológico en su uso, compensa a nivel global en términos medioambientales debido a cuáles son sus procesos reales de producción.