Uno de los inventos que más ha revolucionado el mundo es el motor. Gracias a él el hombre ha sido capaz de crear máquinas propulsadas que han conseguido que las distancias entre lugares lejanos sean a veces casi una anécdota. Coches, barcos, aviones, trenes, motocicletas… han supuesto el salto definitivo a una sociedad que poco a poco se ha ido globalizando y en la que estar un día en Francia y al siguiente en Australia es un trámite de solo unas horas.
La historia del motor, aunque relativamente moderna, es apasionante e increíble. En el artículo de hoy vamos a hacer un breve pero esclarecedor recorrido por los hitos más relevantes de este aparato que está en nuestro día a día, a veces sin que seamos ya conscientes de ello.
De la máquina de vapor al motor turbo, orígenes de un invento revolucionario
La máquina de vapor es un motor rudimentario pero un hallazgo increíble que supuso en el siglo XIX un cambio radical en la forma de entender el transporte de mercancías y el de personas, primero en su versión en la navegación y después en el ferrocarril.
Aunque sabios y científicos llevaban siglos experimentando con la idea de máquinas que ayudaran al hombre en general, y en concreto, con la capacidad del vapor de generar fuerza motriz (incluso hubo una patente de máquina de vapor a finales del siglo XVIII, del escocés James Watt) no fue hasta 1800 cuando Richard Trevithick aprovechó la patente caducada para basarse en ella y experimentar en el ámbito de los trenes, dotando a las locomotoras de muchas más fuerza y potencia. Esta estela fue seguida después por diferentes inventores que fueron mejorando el diseño.
Pero la humanidad ha evolucionado muy rápido en los dos últimos siglos y la máquina de vapor se quedó “pequeña” para las ansias de comunicación de la sociedad, que quería llevar materiales y transportarse a mucha más velocidad e incluso en su vehículo particular, sin estar pendiente de horarios ni destinos. Esta barrera comienza a vencerse con la aparición del primer motor de gasolina desarrollado por Carl Benz, que culminó con su patente de “vehículo impulsado por un motor de gasolina”, tatarabuelo de los vehículos actuales.
El motor diésel no se hizo esperar. Solo unos años más tarde el joven ingeniero Rudolf Diesel comenzó a jugar con la idea de un motor más eficiente que los que existían en el mercado, aunque hasta mediados de siglo este invento no tuvo su merecido sitio en el mercado.
En la misma línea temporal el industrial francés Louis Renault a principios del siglo XX patenta un dispositivo con el que se puede incrementar la presión del gas de admisión en los cilindros de los motores de combustión interna, origen del motor turbo, aunque no sería él el que finalmente patentara la idea del turbo sino Alfred Büchi, que más de 20 años después consigue desarrollarlo para la industria.